Mi vida empezó como la de cualquier otro ser humano: llegando yo al mundo. Desde el principio, desde mi más tierna infancia me pertenece una manera diferente de percepción, una manera diferente de “ver”. Estas facultades me acompañan a través de todos las etapas de mi vida y me han conducido a mis maestros y acompañantes espirituales. Estos “pioneros” me hicieron darme cuenta que mi manera de experimentar y contemplar el mundo no es una cosa corriente y ni es una facultad natural para cualquier persona.
Así poco a poco iba comprendiendo porque desde siempre había tenido la sensación de no pertenecer a este planeta. Los conflictos y malentendidos provocados por esta sensación eran la razón porque el mundo no me entendía y porque yo no entendía el mundo. En aquellos tiempos se iba desarrollando dentro de mí una nueva conciencia e iba comprendiendo lo que significa “ser diferente” y gracias a esto logré a comunicarme de otro modo con el mundo.
Paso a paso pude aceptar que tuve que iniciar un “camino de pionero”. Varios colapsos muy profundos y cambios decisivos en la vida privada me hicieron dar un giro de 180 grados. Cada vez cuando había logrado algo hubo otra cosa me hizo desistir de ello y esto tanto respecto a lo material como respecto al alma lo que finalmente me condujo a reconocer que dentro de la polaridad del mundo material no existe ni estabilidad ni seguridad.
Mi guía superior me condujo a Australia. El rumbo de mi vida cambió fundamentalmente por el hecho de haber vivido en un lugar de iniciación de los aborígenes australianos donde fui introducido en una serie de sus creencias y pude experimenar iniciaciones espirituales.
En etapas posteriores de mi vida tuve la oportunidad de aprender diversos métodos de curación en distintos países. Así iba avanzando paso a paso en mi “camino pionero” que es la tarea de mi vida que me obliga a actuar con mucha responsabilidad. A base de lo aprendido empecé a trabajar con personas. Como curandera pude ayudar a muchas personas hasta que me fue señalado que con eso aún no había cumplido mi tarea divina. Una grave enfermedad que considero un “regalo de Dios” me enseñó que el camino de un curandero primero tiene que conducir al interior de uno mismo lo que me hizo aceptar definitivamente el rumbo de mi camino pero también me enseñó que hasta ahora había ido por caminos disonantes como si mis dos piernas quisieran andar en direcciones diferentes.
El único camino verdadero sin embargo requiere una persona entera. Durante el tiempo de mi convalecencia experimentaba unos profundos procesos de autocuración. Entonces recibí un impulso divino para que pintara una imagen de Cristo cuya luz debiera abrir la puerta hacia el verdadero amor de Cristo (conciencia cristal). Mientras estaba pintando vi por primera vez en mi vida como dos seres angelicales –hechos de luz blanca– trabajaron conmigo en la pintura.
De repente, la cara que estaba pintando hizo un movimiento. En este momento no solamente dejé mi pincel sino también el perfeccionismo y el ego del artista y desde entonces estoy humilde frente al poder creador divino. Este cuadro me abrió un nuevo camino para el arte sacral moderno. Así logré aunar los caminos disonantes del pasado y así fue como empecé a andar con las dos piernas por el único camino verdadero.
Todavía hoy esta imagen permite a las personas experimentar milagros. Desde el momento de haber acabado este cuadro todas mis acciones y pensamientos sólo giran en torno a como puedo dar expresión a la corriente divina a través de mi persona, en cada instante como mediante de un canal transparente, sea en la forma de la enseñanza, del arte, de la curación o del acompañamiento de almas, pues todas estas cosas son caminos que llevan hacia la fuerza creadora divina.
Después de estas experiencias utilizaba el poder espiritual o curativo de mis propios cuadros durante un período bastante largo para purificar mi interior y para curarme a mi misma. En los años siguientes vivía como un eremita, me retiré y concentré toda la atención hacia mi interior.
Mi objetivo era iluminar todo mi interior, todo lo que aún estaba en la oscuridad de sombras interiores o exteriores para de esta manera poder convertirme en un puro canal divino. Dejé atrás todas las normas profanas, existenciales y convencionales. Escuchando la voz divina me encaminé hacia una isla para cumplir aquí en esta tierra las tareas –de las que iba tomando cada vez más conciencia, viéndolas cada vez con más claridad– para salir de la conciencia polar a la conciencia universal. Ha caducado el tiempo en el que vivíamos en un estado de separación de nuestro ser divino original. Ha llegado el nuevo rumbo de la humanidad que es la conciencia universal. Estamos viviendo en la época de la “resurrección”.
Es mi vocación preceder como pionera en el camino para ayudar a los que se van despertando, para que se abran al amor y para acompañarles en su camino. El cielo no es tanto un lugar que un estado que cada cual puede crear por si mismo y que cada cual puede vivir en su día a día….